¿Os acordáis de que éste iba a ser el año de las cosas sencillas? Con la historia del simplifica mi verano va a ser, si Dios quiere, básicamente esto:
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Segunda quincena de Julio. No me he enterado que hemos pasado de Junio a Julio.
Ni siquiera con el calor tan horrible que hemos tenido.
No me gusta nada que el tiempo vuele de esta manera… Y eso que llevo unos días en modo «slow life», pero ni así… o no me cunde, o tengo demasiadas cosas que hacer!
A estas alturas de año parece que ya apetece ir pensando en vacaciones, así que vamos a ver si seguimos contándoos la escapada que hicimos el veranos pasado a la Costa Amalfitana:
Podéis ver los 2 primeros post aquí y aquí
íbamos disfrutando de los paisajes;
Una de las cosas más bonitas de la
costa Amalfitana son precisamente las vistas desde el mar, los
acantilados, los pueblitos colgados de las montañas, las casitas de
colores, como sacadas de un cuadro…
hacía mucho calor, lo primero que hicimos al llegar fue coger un taxi
de agua e irnos a dar un baño en una playa
muy recomendable, Arienzo, una cala de aguas cristalinas rodeada
de acantilados y muy cerca del pueblo,
Nos
gustó tanto que decidimos quedarnos a probar la pasta fresca y el
tiramisú en su chiringuito para darnos otro baño por la tarde
de visitantes, mercadillos de artesanias, locales que ofrecían pizzas
recién hechas y helados artesanos, músicos callejeros, etc.
Hasta
que llegó la hora del último ferry y hubo que volver a nuestro
pueblecito al lado de Salermo donde nos esperaba una grata sorpresa…
El pueblo estaba de verbenas!
Con lo que le gustan las verbenas a unos
que yo me sé… Así que pasamos por casa a darnos una ducha y bajamos a la plaza donde había un montón de hornos de leña que impregnaban el ambiente de un olor… Umm
orquesta!
No había quien arrancara de allí al bailarín de «yo sin tí y
tú sin mí» 😉
Smoothies de…FRUTAS!
Como fue una escapadita corta pero muy bien aprovechada, la hemos dividido en varios post para poder ir recomendando alojamientos, sitios para comer, paseos, etc.
Así que hoy la primera parte…
Esta vez no hubo problemas con el tamaño del equipaje de mano 😉
y desde luego el trayecto fue muucho más entretenido!
Como ya os contamos aquí, nuestro hotel no estaba exactamente en la costa así que decidimos alquilar un coche (que ya nos venía bien puesto que volamos a Nápoles) y el primer día salimos a explorar la costa sin un rumbo muy determinado,
Llegamos hasta la bahía de la Conca dei marini en busca de la Gruta de la Esmeralda, muy recomendada por otros viajeros pero que la verdad, a nosotros nos decepcionó bastante;
una gruta pequeñita que se recorre en barca en menos de 5 minutos y cuyo único atractivo son un poco los juegos de colores que provoca la luz del sol al filtarse por un agujero en la piedra.
Vamos que lo que más nos gustó fueron las vistas desde arriba del ascensor!
Después dimos la vuelta para regresar a Amalfi donde hicimos una parada al borde del mar, justo debajo de Il Convento, el hotel donde nos habría gustado alojarnos,
para probar un poco de gastronomía típica 🙂
Otra de las ventajas de viajar con niños a Italia es que en las comidas
aciertas seguro, y eso que Carlos come realmente bien pero la cara de
felicidad cada vez que veía pasta, pizza o helaitos…
Por la tarde un ratito de playa,
casi todas a las que fuimos eran playas de piedras que al principio no le convencian mucho pero la verdad es que el agua estaba limpísimas y muy muy transparente y era un gustazo ver todo el fondo,
Nos dimos unos baños estupendos!
Cuando pasó un poco el calor dimos un paseo por Amalfi que, además de lo bonito que resulta verlo desde el mar, lo más interesante son el Duomo y el claustro adyacente. El resto, pasear y pasear por sus callejuelas,
Y asomarse a los distintos miradores a ver cómo van volviendo las barquitas al atardecer:
A la vuelta paramos a cenar en Ravello y creo que fue lo que más nos sorprendió del día;
Un pueblo encantador, un concierto de música clásica en los jardines de la Villa Rufolo,
unas vistas preciosas y otro hotel recomendable, Hotel Caruso 😉
La verdad es que después de todo eso no me extraña que acabáramos así:
Nosotros no es que hayamos sido nunca de planear las cosas con tiempo pero este año, después de un principio de verano algo accidentado por los cambios de planes de última hora nos plantamos en la última semana de julio con muchas ganas de vacaciones y ¡sin saber a dónde ir!
Teníamos la primera semana de agosto reservada para hacer un viajecito los 3 juntos, ya que el resto de nuestro verano suelen ser planes más de familia amplia, con unos y con otros, y nos hacía ilusión pasar unos días los 3 antes de que la familia se ampliara un poco y el viajar se complicara durante unos meses.
Los requisitos eran fáciles; un sitio relativamente cercano (nada de
aviones largos), a algún país donde no me diera miedo ir
embarazada de 6 meses, que hiciese buen tiempo, que no hubiera planes
chulos inaccesibles para hacer con barrigón, ni largas palizas de coche en
las que Carlitos se desesperara; un viaje que lo pudiésemos disfrutar tanto Carlos como nosotros… y, claro está, que no fuera muy caro!
Este último requisito anulaba la mayoría de destinos a una semana de la temporada más alta del año,
así
que después de mucho investigar por la red encontramos una oferta en
Voyage privé para una zona que yo llevaba tiempo con ganas de conocer:
El destino era casi perfecto: cercano,
accesible, con buen tiempo, con planes de paseos y playa y encima…
muy bien de precio! claro, no era ninguno de los hoteles que yo habría
querido pero es que esos eran prohibitivos (el que quiera una lista de
hoteles muy en la línea de esa zona, se la podemos pasar pero sabiendo
que nosotros sólo fuimos a tomar algún café y a cotillearlos un poco 😉
)
En cambio dimos con un hotel que no estaba en la costa propiamente dicha sino en una aldea cercana a Salerno pero que resultó perfecto para el plan que llevábamos,
Coche de alquiler, un niño pequeño;
excursiones de día, tranquilidad por las noches,
Una villa italiana con su caserón, su piscina,
sus desayunos lentos,
sus cenas de queso y vino a la luz de la luna, sus frutales bien
cuidados, y hasta algún zorrito que se nos cruzaba de noche cuando
íbamos a la habitación!
Un hotel muy, muy kid friendly, con enormes habitaciones en las que además de nuestra cama había una camita y una cuna y sobraba espacio para ir con 5 niños mas 😉
paseando por allí como Pedro por su casa,
-nuestra casita de la Italia la llamaba-,
arreglando el jardín, planeando barbacoas alrededor del fuego 😉
Tesoros de verano
Cada verano, otro de los imprescindibles es la excursión al «mercadillo de los domigos» de nuestro pueblito…
No a gastar mucho si no a encontrar esos pequeños tesoros, baratijas que te llaman la atención y luego dan personalidad a los rincones de nuestra casa, que hacen que simpre haya un trocito de verano en ella 😉
unos casquillos para iluminar un poco el invierno
Un cazo y un embudo con los que «cocina» Carlos,
Algo que para nosotros es un florero de pared,
un bolso para seguir recorriendo mundo;
Una
tabla de madera que también recogimos de un pueblo abandonado el verano
pasado y acabó siendo una estantería en la entrada para dejar las
llaves,
y que da la bienvenida a todo el que entre en nuestra casa junto con esos candelabros 🙂