¿Os acordáis de que éste iba a ser el año de las cosas sencillas? Con la historia del simplifica mi verano va a ser, si Dios quiere, básicamente esto:
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Es tardísimo, no digo la hora que luego mi madre me riñe o me dice «madre mía, Marta» en bucle durante un rato, pero llevo más de hora y media buscando las fotos del cumple de Carlos, primero en el ordenador, luego en los distintos discos duros y por último, revisando cada una de las tarjetas de memoria que tengo por la casa; el ordenador de mi hermana y vuelta a empezar con los discos duros por si se me había pasado alguna carpeta. He mirado tooodas las fotos que tengo en el ordenador! Cuando ya estaba a punto de darlas por perdidas, voilà! he caído en que hago copias de seguridad periódicas y allá por febrero las he recuperado…
Total, que era lo que os pensaba enseñar hoy pero ya no son horas para ponerse a elegir entre 1.066 fotos así que nos quedamos con una manualidad facilita para cualquier mañana de playa, de esas con las que ya empezamos a soñar:
o en una bandeja a falta de mar,
y alguien que «haga» viento 😉
Nueces, palillos de dientes, papel o alguna bolsa de plástico de colorines y un poco de plasti para hacer contrapeso,
y poco más que no quiero que me pase esto:
#elladijoSÍ
algún que otro aperitivo (la cebolla frita no suele faltar en nuestras barbacoas 😉 )
y una mesa bonita para 6:
El caso es que cuando llegaron, mi hermana me preguntó varias veces que cómo es que habíamos preparado todo tan mono, que porqué nos habíamos «molestado» tanto, que si es que teníamos algo que contar, etc. y lo cierto es que hubo algo en la forma de preguntarlo que me extrañó un poco…
pero la verdad es que lo último que me esperaba en el momento de sentarnos a la mesa era encontrar, sobre cada servilleta, unas tarjetas: