Felices 3, angelito.
Always on my mind
Felices 3, angelito.
El otro día le escribía a mi hermana el orden de prioridades de los próximos…10 meses!
Sí, planificamos a 10 meses vista…y es que nos esperan un montón de proyectos de los que nos gustan 😉
Empezamos con el primero…
El año pasado lo que más le gustaba eran los globos, así que tuvimos clara la temática,
Podéis ver el resultado del año pasado aquí aquí y aquí.
Este año empezamos a pensarlo mientras lo veíamos jugar… en ese momento le encantaba el cuento de Blancanieves, y pensamos hacer un cumpleaños de los 7 enanitos: también le gustaba hacer torres y castillos, comer taaaarta, jugar con plasti y un sinfín de cosas más; pero sin duda, si con algo se volvía y se sigue volviendo loco es con las herramientas!
Y el caso es que la fecha se acerca y los acontecimientos se acumulan, así que, por si acaso Martín nos deja, hemos estado recopilando ideas para…
Todas las imágenes son de Pinterest y podéis ver la fuentes aquí |
De momento tenemos claro los colores que queremos usar… y que habrá tarta de chocolate!
El sábado por la noche, volviendo de cenar por ahí con amigos, @elhombremásguapodelmundo se acordó de decirme que el lunes necesitábamos un disfraz de Halloween para Carlos, así que aquí va nuestra improvisación de disfraz de domingo-con-todo-cerrado-y-amigos-a-comer-en-casa:
La primera vez no estaba muy convencido con eso de disfrazarse pero al día siguiente se levantó diciendo que quería ser un murciélago para que lo viera mamá (cuando se disfrazó yo estaba trabajando y no pude verlo)
Mientras se vestía pensó que lo suyo era probar si las alas funcionaban…
luego decidió que era mejor corretear con los pies en el suelo
descalzo, como los murciélagos de verdad, ¡por supuesto!
Hubo un momento en que lo convencí para que parase y abriese las alas:
En estas fotos podéis apreciar mejor lo simple que es el disfraz; un par de leggings míos viejos, que estaban pidiendo a gritos que los jubilara,
uno lo cortamos de largo y lo estrechamos un poco, para los pantalones del vampiro,
La careta de vampiro-no-muy-terrorífico la sacamos de aquí
(aunque no le gustaba mucho puesta sobre la cara)
No me preguntéis cómo pero logró convencerme de que los vampiros se
alimentan a base de taaarrtaa (chocolate para los humanos) y arroz
inflado:
y por último, lo más divertido, ¡por lo visto los vampiros saltan en la cama!
Así que ahí estuvimos el pequeño batman y yo, entretenidos media mañana con la excusa de enseñaros el disfraz 😉
Pues sí, sere utópica. O una idealista. Y pienso seguir siéndolo mientras la vida me deje, y ojalá que después también, ojalá que aunque la vida se empeñe en no dejarme, aunque sólo sea por el paso del tiempo, tenga fuerzas para seguir siéndolo…
Que no es que tenga nada en contra de los colegios, sólo que tampoco veo la necesidad (aclarando que por mis horarios de trabajo, a mí el cole no me resuelve nada)
Elimina la excusa de que no existen.
Como fue una escapadita corta pero muy bien aprovechada, la hemos dividido en varios post para poder ir recomendando alojamientos, sitios para comer, paseos, etc.
Así que hoy la primera parte…
Esta vez no hubo problemas con el tamaño del equipaje de mano 😉
y desde luego el trayecto fue muucho más entretenido!
Como ya os contamos aquí, nuestro hotel no estaba exactamente en la costa así que decidimos alquilar un coche (que ya nos venía bien puesto que volamos a Nápoles) y el primer día salimos a explorar la costa sin un rumbo muy determinado,
Llegamos hasta la bahía de la Conca dei marini en busca de la Gruta de la Esmeralda, muy recomendada por otros viajeros pero que la verdad, a nosotros nos decepcionó bastante;
una gruta pequeñita que se recorre en barca en menos de 5 minutos y cuyo único atractivo son un poco los juegos de colores que provoca la luz del sol al filtarse por un agujero en la piedra.
Vamos que lo que más nos gustó fueron las vistas desde arriba del ascensor!
Después dimos la vuelta para regresar a Amalfi donde hicimos una parada al borde del mar, justo debajo de Il Convento, el hotel donde nos habría gustado alojarnos,
para probar un poco de gastronomía típica 🙂
Otra de las ventajas de viajar con niños a Italia es que en las comidas
aciertas seguro, y eso que Carlos come realmente bien pero la cara de
felicidad cada vez que veía pasta, pizza o helaitos…
Por la tarde un ratito de playa,
casi todas a las que fuimos eran playas de piedras que al principio no le convencian mucho pero la verdad es que el agua estaba limpísimas y muy muy transparente y era un gustazo ver todo el fondo,
Nos dimos unos baños estupendos!
Cuando pasó un poco el calor dimos un paseo por Amalfi que, además de lo bonito que resulta verlo desde el mar, lo más interesante son el Duomo y el claustro adyacente. El resto, pasear y pasear por sus callejuelas,
Y asomarse a los distintos miradores a ver cómo van volviendo las barquitas al atardecer:
A la vuelta paramos a cenar en Ravello y creo que fue lo que más nos sorprendió del día;
Un pueblo encantador, un concierto de música clásica en los jardines de la Villa Rufolo,
unas vistas preciosas y otro hotel recomendable, Hotel Caruso 😉
Hoy vamos a hacer un post cortito porque después de una de esas noches de despertares y llantos varios a la inspiración le cuesta encontrarnos 😉
¿Qué podíamos hacer para que Carlos estuviera un rato largo entretenido en la bañera a ser posible sin juegos brutos de hacer olas, salpicar, etc?
Algo que le encante…
Los había visto en algunas tiendas pero ya sabéis que somos más de fabricar las cosas que de comprarlas, un día de éstos contaremos porqué. Además, cuando nació Carlos #elhombremásguapodelmundo y yo pusimos una norma -que absolutamente nadie cumple- que no se le podía hacer ningún regalo a nos ser que hubiese un motivo justificado como cumpleaños, santo o Reyes Magos.
El caso es que todos en general y mi familia en particular se salta la norma cada vez que le apetece pero al menos nosotros intentamos cumplirla así que ya que habíamos visto la receta de estas ceras para la bañera y parecía fácil de hacer con niños, nos pusimos manos a la obra:
Sólo necesitamos jabón de glicerina (si es incoloro mucho mejor), colorantes alimenticios, algún molde para hacer los lápices y un poco de agua.
En primer lugar rallamos el jabón para poder derretirlo mejor en el microondas, lo vertemos en los moldes y añadimos los colorantes y un poco de agua para poder mezclar bien los colores. Luego ya sólo hay que dejar enfriar y… al agua patos!
Estas son las ceras comerciales, las nuestras no salieron tan curradas, de hecho no tenemos ni fotos porque ese día la prioridad era otra pero conseguimos nuestro objetivo: al final de la mañana teníamos las cabezas libres de visitantes y un niño de colorines más arrugado que un garbanzo 😉
Hay otra versión que en vez de «ceras» es pintura para usar con pincel y que tenemos en mente para la próxima vez que necesitemos estar un rato largo en la bañera (que espero sea dentro de muuuucho tiempo).
Nosotros no es que hayamos sido nunca de planear las cosas con tiempo pero este año, después de un principio de verano algo accidentado por los cambios de planes de última hora nos plantamos en la última semana de julio con muchas ganas de vacaciones y ¡sin saber a dónde ir!
Teníamos la primera semana de agosto reservada para hacer un viajecito los 3 juntos, ya que el resto de nuestro verano suelen ser planes más de familia amplia, con unos y con otros, y nos hacía ilusión pasar unos días los 3 antes de que la familia se ampliara un poco y el viajar se complicara durante unos meses.
Los requisitos eran fáciles; un sitio relativamente cercano (nada de
aviones largos), a algún país donde no me diera miedo ir
embarazada de 6 meses, que hiciese buen tiempo, que no hubiera planes
chulos inaccesibles para hacer con barrigón, ni largas palizas de coche en
las que Carlitos se desesperara; un viaje que lo pudiésemos disfrutar tanto Carlos como nosotros… y, claro está, que no fuera muy caro!
Este último requisito anulaba la mayoría de destinos a una semana de la temporada más alta del año,
así
que después de mucho investigar por la red encontramos una oferta en
Voyage privé para una zona que yo llevaba tiempo con ganas de conocer:
El destino era casi perfecto: cercano,
accesible, con buen tiempo, con planes de paseos y playa y encima…
muy bien de precio! claro, no era ninguno de los hoteles que yo habría
querido pero es que esos eran prohibitivos (el que quiera una lista de
hoteles muy en la línea de esa zona, se la podemos pasar pero sabiendo
que nosotros sólo fuimos a tomar algún café y a cotillearlos un poco 😉
)
En cambio dimos con un hotel que no estaba en la costa propiamente dicha sino en una aldea cercana a Salerno pero que resultó perfecto para el plan que llevábamos,
Coche de alquiler, un niño pequeño;
excursiones de día, tranquilidad por las noches,
Una villa italiana con su caserón, su piscina,
sus desayunos lentos,
sus cenas de queso y vino a la luz de la luna, sus frutales bien
cuidados, y hasta algún zorrito que se nos cruzaba de noche cuando
íbamos a la habitación!
Un hotel muy, muy kid friendly, con enormes habitaciones en las que además de nuestra cama había una camita y una cuna y sobraba espacio para ir con 5 niños mas 😉
paseando por allí como Pedro por su casa,
-nuestra casita de la Italia la llamaba-,
arreglando el jardín, planeando barbacoas alrededor del fuego 😉