Antes de que se pase el frío y el post ya se vea antiguo, je je, os vamos a enseñar algunas fotos de nuestro viaje a Berlín. Nos fuimos el puente de la Inmaculada (hacía rasca, sí) para celebrar mi cumple y el de Carlitos y para experimentar cómo es eso de viajar con un bebé de un año…
Como todos nuestros post de viajes, son más visuales que otra cosa, porque hacemos muchas fotos; verlas siempre te vuelve a transportar a esos momentos y es como si volvieras a viajar un ratito… y al fin y al cabo, ya hay miles de post por la red de consejos para viajar con niños y nosotros no íbamos a aportar nada nuevo (cuando cumpla mi sueño de dar la vuelta al mundo con los niños a lo mejor ya me siento más experimentada 😉 )
Eso sí, la flexibilidad y la paciencia hay que estirarlas muucho cuando viajas con ellos; al fin y al cabo, el suelo del aeropuerto no tiene porqué ser un lugar más sucio que otros para gatear… para que os hagáis una idea, llegamos al hotel a las 2 a.m. y a -9ºC y cuando viajamos low cost somos más de coger trenes con transbordo (si, a las 2 de la mañana también) que taxis, e, ignorante de mí, pensaba que en los aviones no se pueden pasar potitos por eso de los líquidos así que ese día Carlos probó por primera vez el pollo con zanahorias y puré de patatas, ese tan rico que suelen poner en los aviones…
Quizás el que se armó de paciencia y flexibilidad fue él!
El pobre cuando llegamos a la habitación del hotel y le trajeron una cuna, aplaudió…
Eso sí, durmió como un auténtico angelito 🙂
La idea era salir tempranito y bien abrigados para aprovechar las horas de luz,
y el primer día hicimos un free tour para hacernos una idea de la ciudad; es algo que cada día me gusta más porque además de una visión panorámica, siempre te llevas un montón de anécdotas y recomendaciones para el resto del viaje,
Carlos entre el frío, las miles de capas que llevaba, el croissant que también había descubierto por primera vez en el desayuno y el plástico ese que le poníamos para cortarle un poco el aire, pensó que lo mejor era echarse una siesta
y dejar que nosotros conociéramos un poco la historia de la ciudad a través de sus calles,
sus edificios,
y sus tiendas decoradas de Navidad:
Le tocaba el turno de diversión al enano!
Que seguro que ya estábais pensando que para ser un viaje con niños nos estábamos pasando de monumentos 😉
Pero noooo; hubo tarde para comer, gatear, montar en carrusel, pensar lo que íbamos a pedir a los reyes,
pasar muucho rato en una tienda gigante de manualidades,
Entre la decoración, los villancicos,
los dulces que podías probar en cada puesto,
y las miles de lucecitas, hasta Carlos estaba encantado con el ambiente!!