No suelo ver la tele y él desde luego no es mi personaje preferido pero el martes cuando llegué a casa justo empezaba su programa, y no pude evitar las lágrimas:
Autor: Ana Tortosa
Salvemos nuestro paraíso
El martes os contábamos por encima cómo era la casa donde hemos pasado los veranos desde que nacimos, y hoy vamos a enseñaros un poco más de la historia de estas casitas…
Ehh, hasta nuestra abuela forma parte de la historia de las casitas!
Unas casitas abocadas a desaparecer en pocos años si no hacemos nada por evitarlo, y con ellas, una forma de veraneo que nos encantaría poder compartir con nuestros hijos.. y con nuestros nietos si puede ser 😉
Pues ahora llega el momento de pediros un poco de ayuda, por si alguien quiere aportar su granito de arena, nunca mejor dicho, para que el mar tarde aún en llevarse nuestras casitas, podéis firmar AQUÍ y os estaremos muuuy agradecidas ;)!
Incluso algún día podemos hasta invitaros a pasar unos días allí, jjj!
Creemos que todo lo que está pasando en Siria no deja a nadie indiferente. Cada día vemos imágenes horribles que nos llegan al corazón.
Así que desde nuestro pequeño rincón nos unimos a la iniciativa que han creado un grupo de bloggers en Madrid, y os invitamos a todos los que estéis por allí, que os animéis a colaborar y además estamos seguras que pasaréis muy buen día.
Habrá un montón de talleres, charlas y actividades; y el 100% que se recaude irá destinado a CEAR.
Este año las fotos de nuestra escalera no son tan bonitas pero es que pasarse allí 15 días y esperar hasta el último, que encima llueve y está nublado y además estamos de animo de «vuelta»… no nos puede volver a pasar!
Hace ya un año que os contábamos un poco cómo eran las vacaciones en esa casita a la orilla del mar; este año ha habido menos charlas lentas, eso seguro, tampoco nosotros hemos coincidido con ningún primo, no hemos podido organizarlo de otra forma, pero lo que no nos han faltado con este enano allí han sido ni risas ni bucles del tipo «Carlos, que no puede pasar del segundo escalón, que esas escaleras son PELIGROSIIISIMAS!!»
Mientras más peligroso sea algo, más divertido. Está claro.
Y así de contento estaba cuando al fin le dejamos subir (todo sea por las fotos, jaja)
Así que básicamente son fotos de recuerdo para ir viendo año a año cómo
crece… y además, a la bisabuela seguro que le gustan 😉
Además de eso lo hemos medido en la puerta, otra tradición anual; en la puerta de atrás de la casa están marcadas con una llave nuestras alturas de cada año.
Hemos jugado con los patitos…
y una de las conversaciones más repetidas este año, a parte de esa prohibición, es si el año que viene y al otro, y al otro seguiremos pudiendo ir por allí; si los veranos de nuestros hijos seguirán marcados por esta escalera…
Como ya os contamos hace algunos años nuestra casita es pequeña pero está en la playa. No en una ciudad de playa si no en la misma playa, en la arena, a unos metros de las olas que tanto le gustan a Carlos, y eso, que es su principal atractivo, también es su mayor limitación, y es que en los últimos años el mar ha ido acercándose y acercándose y parece que tenga gana de compartir la casa con nosotros!
Como la historia de las casitas es más larga, la dejamos para el próximo día …
Operación Bodas: De día o de Noche
Antes de nada he pluralizado la palabra «Bodas» para que no haya ningún tipo de malentendido 😉
El fin de semana pasado, estuve con mis amigas en la playa, y nos dimos cuenta que nos habíamos pasado la mitad del finde hablando de bodas! Nosotras? De bodas? Ninguna nos casamos (de momento) pero si amigas cercanas, y supongo también que es la edad…lo que toca ahora… Pero nos parecía muy fuerte hablar más de ese tema, que de la juerga del día anterior. Que por supuesto no fue como las de antes.
Es inevitable cuando hablamos de bodas, que una no piense en la suya, en como sería, incluso aunque no tenga novio, pero son cosas que siempre se imaginan…
Lo primero que pensaría es si hacerla de día o de noche.
Las bodas de día se lucen más, tienen una luz natural muy bonita,
Viernes = Inspiración
Seguimos emocionadas…
Nunca nos arrepentiremos:
“Estamos haciendo una encuesta”, dice medio en broma.
“¿Crees que deberíamos tener un bebé?”
– “Vuestra vida va a cambiar”, digo cuidadosamente y manteniendo mi neutralidad.
– “Lo sé”, me contesta. “Se acabaron las fiestas nocturnas los fines de semana, las vacaciones espontáneas…”
Pero no me refería a eso en absoluto. Miré a mi hija tratando de decidir qué decirle.
Me gustaría que supiese lo que no va a aprender en las cases de preparación al parto.
Me gustaría decirle que las heridas físicas tras el parto se curan, pero convertirse en madre conlleva una serie de heridas emocionales a la que siempre será vulnerable.
Pienso en decirle que nunca volverá a leer el periódico sin preguntarse después ¿Qué hubiera pasado si ese hubiera sido mi hijo?. Que cada accidente de avión, cada incendio serán su obsesión. Que cuando vea las fotos de niños hambrientos, ella siempre se preguntará si podría haber algo peor que ver a su hijo morir.
Miro sus uñas cuidadosamente pintadas y su elegante traje. Después pienso que no importa lo sofisticada que sea, ya que cuando se convierta en madre adquirirá el nivel primitivo de una osa que vela por su cachorro. Que una llamada urgente de “¡mama!” hará que deje caer la tarta que esté preparando o su figura de cristal favorita sin vacilar ni un instante.
Siento que debo advertirle, pues no importan todos los años que haya invertido en su carrera profesional, pues verá las cosas de otro modo con la maternidad. Podría dejar todo listo para que alguien se encargue del pequeño mientras acude a una reunión de negocios, pero seguirá pensando en el olor de su bebé. Tendrá que hacer gala de una disciplina de hierro para no acudir a casa, solo para ver que su bebé se encuentra bien.
Quiero que mi hija sepa que tomar decisiones ya no será una cuestión de rutina. Que el deseo de un niño de 5 años de entrar al baño masculino para hacer sus necesidades se convertirá en un gran dilema. Que justo allí, en mitad de la gente con bandejas y niños gritando a pleno pulmón, los temas de la independencia y la identidad de género serán sopesados contra la perspectiva de que un abusador esté acechando en ese baño.
En cuanto a mi atractiva hija, quiero asegurarle que en un futuro conseguirá perder los kilos del embarazo, pero que nunca se sentirá igual consigo misma. Que su vida, ahora tan importante, tendrá menos valor después de tener un hijo. Empezará a desear vivir más años, no para cumplir sus propios sueños, sino para ver a sus hijos lograr los suyos. Quiero que sepa que las estrías o una cicatriz de cesárea se convertirán en insignias de honor.
La relación de mi hija con su marido cambiará, pero no de la manera que piensa. Deseo que pudiera entender cuánto se puede llegar a querer a un hombre que cambia los pañales del bebé o que nunca le asaltan las dudas para jugar con sus hijos. Creo que debería saber que seguirá enamorándose de él por razones que ahora encontraría muy poco románticas.
Me gustaría que mi hija se diese cuenta de lo ligada que se sentirá a aquellas mujeres históricas que trataron de detener la guerra, los prejuicios y conducir borracho.
Quiero describirle la euforia que se siente cuando ves a tu hijo aprendiendo a andar o a montar en bicicleta. Me gustaría capturar para ella las carcajadas de un bebé que toca la suave piel de un gato o un perro por primera vez. Quiero que saboree esa dicha tan real, que duele.