Mirar el móvil nos convierte en estúpidos.
Ese fue el titular que leí ayer antes de pinchar sobre la noticia.
Me considero bastante adicta al móvil. No hace falta que nadie me lo diga, sé que estoy más enganchada de la cuenta. Y este tema daría para varios post.
También los móviles para niños, o los videos de dibujitos serían un tema largo de explicar.
Pero lo de hoy es un artículo que he leído sobre esto, que creo que cualquier persona que lo lea estará totalmente de acuerdo (yo incluida) pero que luego es muy complicado poner en práctica.
«En 2013, el diccionario Oxford incluyó dos nuevas palabras que dicen mucho de nuestra rutina en el siglo XXI: la primera, selfie, no requiere a estas alturas mucha explicación; la segunda, phubbing, no ha calado como término en nuestro país, pero sí como práctica: dejamos de relacionarnos físicamente porque lo hacemos con el móvil, y da igual que tengamos a alguien importante delante.
Ahora el fotógrafo Erik Pikersgill nos demuestra lo absurdos que podemos llegar a ser con su proyecto Removed, una serie de retratos cotidianos en los que los móviles desaparecen de la escena.
«El proyecto se me ocurrió sentado en una cafetería, tuve que anotar lo que observaba», escribe el artista en su web. «El padre y las dos hijas tenían sus teléfonos, la madre no. Ella miraba por la ventana, triste y sola en compañia de su propia familia. El padre levanta la cabeza varias veces para contarle lo que ha encontrado online. Nadie responde. La madre saca ahora el teléfono»
Quizá salir de casa sin el móvil o con el móvil sin batería y observar las escenas que nos rodean, todas con el aparato como protagonista, sirva para darnos cuenta de nuestra propia estupidez. Pero en 2015 apartarnos del smartphone es un acto de osadía con el que solo unos pocos se atreven. La otra opción es contemplar estas imágenes y reflexionar sobre lo que ya se ha convertido en un alarmante acto reflejo.