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Cuando era pequeña, y estaba acabando el colegio, pensaba mucho en qué querría ser cuando fuera mayor… Ni médico, ni arquitecto ni ninguna profesión de esas tan bien valoradas y reconocidas. Eso no me atraía, así como tampoco me atraía la idea de trabajar en la consulta de mi padre, que sabía que era una gran oportunidad, pero no estaba hecha para mí.

Tenía muy claro que quería hacer algo que me gustara y poder disfrutar trabajando.

Yo quería ser ejecutiva, no sabía de qué, pero me flipaba la idea de estar viajando continuamente por trabajo, muy bien arreglada, con esos tacones que llevan la mayoría de las ejecutivas ‘de alto standing‘ como yo las llamaba, el traje de chaqueta impecable y el pelo siempre arreglado. No sé si era más una imagen de película o la realidad, pero así me imaginaba.

Años más tarde tampoco sé si soy ejecutiva de algo pero lo que tengo claro es que me paso el día viajando. Duermo en casa un día o dos a la semana y el resto estoy en hoteles. Cenas de trabajo, reuniones y eventos que, visto desde fuera, supongo que como me pasaba a mi cuando era pequeña, parece increíble. Y lo es, o al menos a mi me encanta y reconozco que disfruto mucho con todo esto, pero también agota. Y últimamente ni tacones ni pelo arreglado, me hago un moño y me conecto en el aeropuerto para terminar alguna presentación. No contesto a la mayoría de llamadas si no son de trabajo y mi tiempo libre entre semana lo dedico sólo a lo que realmente me gusta y me aporta. El fin de semana es caso aparte. Este trabajo me permite disfrutar los fines de semana al 100% y como me encanta viajar, casi todos los fines de semana me voy fuera. Lo que quiere decir más maletas…

Y por si ésto fuera poco,  además un día a la semana mínimo me gusta (no me gusta, me encanta y hago todo lo posible por hacerlo) ir a casa de mis padres, cenar con ellos, con mi hermana y #elhombremásguapodelmundo y  ver cómo está creciendo el enano, jugar con él, ir al parque, hacernos «selfies» o simplemente intentar durante media hora que diga «A…naaaaa». Así nos podemos pasar las horas y no necesito nada más…

Pero como el día tiene 24h y a mí me gustaría que tuviera por lo menos 40h, hay cosas a las que no llego. Y a veces, el blog es una de ellas. Siento que durante mucho tiempo lo necesité para desahogarme, entretenerme, compartir cosas con mi hermana, aprender de ella y luego poder contároslo; tuvimos que aprender a levantarnos y volver a pedalear. Pero ahora prefiero compartir mi tiempo con ella y con Carlitos, poder cenar en la calle, tomarme una copa y luego irme a dormir sin preocuparme de nada más. Ahora necesito disfrutar de un verano que se presenta inolvidable, porque las malas rachas volverán pero mientras, vamos a disfrutar! Así que hasta Septiembre pasaré por aquí de vez en cuando, intentaré una vez a la semana, cuando tenga algo que contaros y el tiempo necesario para hacerlo, pero iré recopilando en todas y cada una de mis maletas las mejores experiencias, hoteles, viajes, recetas, manualidades y todo aquello que vaya encontrando en el viaje!