El otro día leí un post que me hizo pensar…conozco a mucha gente que tiene esta actitud ante la vida, que parecen que están siempre enfadados, cuando deberían disfrutar de todo lo que tienen. No es fácil, a todos nos pasa de vez en cuando…el problema es cuando se convierte en una rutina.
El post es de la revista Kireei, que si no la conocéis os la recomiendo!
«Recuerdo haber estado enfadada con la vida durante muchos años. Demasiados. Prácticamente todos, hasta hace poco.
Enfadada por no haber tenido una infancia tranquila y suave, por haber transitado por la adolescencia con tantas soledades e inseguridades, por haber entrado en la edad adulta con mucho esfuerzo y dedicación. Enfadada por no haber encontrado una pareja con quien compartir media vida, por no haber tenido más hijos, como ya comenté el otro día. Enfadada por no haber tenido nunca nada regalado, por no encontrar los apoyos emocionales que necesitaba para algunas cosas, por no haber tenido la vida que merecía. Ya pilláis la idea, no quiero alargar la lista de enfados, porque en realidad este post va sobre la gratitud.
Lo que pasó el día que dejé de estar enfadada con la vida fue que me topé de frente con la gratitud, y no hay día que no saboree plenamente sus efectos. Cada día me siento agradecida por la niña que aún vive en mi, y que revive junto a mi hijo, agradezco la adolescente que también sigue conmigo y que me hace empatizar con ese mundo, mantener cierta inocencia y creer aún en el sueño.
Agradecida por haber amado intensamente, por la maternidad tan bonita que he podido vivir.
En definitiva siento gracias por la persona que he llegado a ser, a pesar de tanto tumbo.
La vida es injusta, para la mayoría de la gente, y todos nos enganchamos a nuestros pequeños y enormes enfados, y con razón. Muchos los arrastramos media vida, soportando así no solo las catástrofes que nos pasan sino también el lastre que dejan. La gratitud es un superpoder, le da la vuelta a la historia que te cuentas, pero no funciona si no se suelta ese lastre. Decidir dejar de estar enfadado con la vida no es fácil, es un proceso larguísimo, a mi me ha costado siglos, porque de hecho, uno no es consciente del enfado. La gratitud es la gasolina para el entusiasmo, para la generosidad, te recuerda lo que tienes, y lo que vale la pena. Y te ayuda a vivirlo plenamente.
Cuando dejas de estar enfadado por no tener la vida que mereces, empiezas a vivir la vida que tienes.
Y ahora sigo enfadándome, pero ya soy consciente, y suele ser por cosas pequeñas que vuelan rápido.
El gran enfado ya lo acepté y abandoné, cosa que agradezco enormemente.»