Y hoy, el resto de las fotos (bueeeno no, tenemos muchas más, pero tampoco es cuestión de aburrir…) de la casa de la que os hablamos la semana pasada.
Como os decíamos, quizás lo mejor de la experiencia, además de la casa, sus vistas, la piscina, los días tan tranquilos que pasamos… pues quizás mejor aún que todo eso, fue la forma en que nos sentimos acogidos incluso antes de llegar; desde el email deseándonos un bien viaje, la amabilidad en el recibimiento, la pasión con la que uno de sus propietarios, Gotzon, nos fue enseñando la casa -se nota que está enamorado de cada rincón-, explicandonos su historia, recomendándonos sitios para salir a cenar (que también os enseñaremos) y en definitiva, haciendonos sentir más invitados que huéspedes de un hotel 😉
Nos contó que antes de decidir su ubicación actual, Jose Ignacio y él visitaron diferentes parajes de las costas de Canadá, Florida, el Golfo de Vizcaya, la Costa Brava o Sotogrande con algunas ideas bastantes claras acerca de la luz, la entrada del sol del amanecer en los dormitorios principales,
o la sensación de estar en un barco… ésto último es justo lo que sentíamos desde nuestra habitación; era como estar en el camarote de un barco pero sin marearse ;)!
El arquitecto elegido, Alfonso Ulzugaray, sin duda comparte con ellos muchos de estos intereses, así como la idea de que un edificio debe ser el reflejo de un concepto…
La casa se asienta sobre una plataforma a media altura del acantilado que integra los espacios comunes,
(de aquí te sirves tú mismo el bizcocho recién horneado o las mermeladas hechas por ellos, ummm…)
el uso de piedra anaranjada propia de la zona funde aún más algunas partes de la construcción con el acantilado, y a través de esta escalera se baja a la zona de dormitorios (5 en total, sólo 3 para los huéspedes) menos expuestos a la visión desde el exterior,
Ésta fue la habitación que nos tocó a nosotros, la de «la niña» de Gotzon, que hay que reconocer que tiene buen gusto…
(¡qué casualidad! elhombremásguapodelmundo leía, esos días, Trafalgar, de Pérez Reverte)
hormigón visto,
blanco, madera, vidrio,
y unas vistas increíbles desde la cama…
¿qué más se puede decir?
Además de que es cierta esa sensación de estar navegando…
Hay algunos amigos por ahí que ya les hemos puesto los dientes largos y han organizado su escapadita a conocer Villa Mathesis; esperamos que la disfrutéis tanto como nosotros!