Mi sobrino flipa con sus abuelos. Con todos. Y tiene la gran suerte de tener 4 abuelos y 2 bisabuelos.
Especialmente con mi madre, y no es porque sea mejor, sino porque pasa mucho tiempo con ella. Yo siempre digo que soy su persona favorita, y como mi nombre es muy fácil, se pasa el día llamándome. Pero si está mi madre, el resto del mundo desaparece. Él la llama ABBA, y en cuanto oye su voz, se pone loco de contento.
El otro día, leía este artículo en alguna página de internet y como me gustó tanto, quería compartirlo con vosotros…
«En los últimos 50 años,
nuestro estilo de vida familiar cambió drásticamente como consecuencia de un
nuevo sistema de producción. La incorporación de la mujer al trabajo
llevó a que ambos padres se ausenten del hogar por largos períodos creando como
consecuencia el llamado – síndrome de la casa vacía -.
Esto implicó que muchos niños quedaran a cargo de personas ajenas
al hogar o en instituciones.
Algunos afortunados todavía pueden contar con sus abuelos para cubrir muchas
tareas: la protección, los traslados, la alimentación, el descanso y hasta las
consultas médicas. Estos privilegiados niños tienen padres de padres, y lo
celebran eligiendo todos los apelativos posibles: abu, abuela/o nona/o bobe,
zeide, tata, yaya/o opi, oma, baba, aba, abue, lala, babi, o por su nombre, cuando
la coquetería lo exige.
La mayoría de los abuelos siente adoración por sus nietos. Es fácil ver que las
fotos de los hijos van siendo reemplazadas por las de estos. Con esta señal,
los padres descubren dos verdades: que no están solos en la tarea, y que han
entrado en su madurez.
El abuelazgo constituye una forma contundente de comprender el paso del tiempo,
de aceptar la edad y la esperable vejez.
Los abuelos miran diferente. Como suelen no ver bien, usan los ojos para otras
cosas. Para opinar, por ejemplo. O para recordar.
La mayoría tienen las manos suaves y las mueven con cuidado. Aprendieron que un
abrazo enseña más que toda una biblioteca.
Los abuelos tienen el tiempo que se les perdió a los padres; de alguna manera
pudieron recuperarlo.
Leen cuentos o les cuentan historias de cuando ellos
eran chicos.
Los abuelos construyen infancias, en silencio y cada día. Son incomparables
cómplices de secretos. Malcrían profesionalmente porque no tienen que dar
cuenta a nadie de sus actos. Consideran, con autoridad, que la memoria es la
capacidad de olvidar algunas cosas. Por eso no recuerdan que las mismas gracias
de sus nietos las hicieron sus hijos. Pero entonces, no las veían, de tan
preocupados que estaban por educarlos. Algunos todavía saben jugar a cosas que
no se enchufan.
Son personas expertas en disolver angustias cuando, por una discusión de los
padres, el niño siente que el mundo se derrumba. La comida que ellos sirven es
la más rica; incluso la comprada. Los abuelos huelen siempre a abuelo. No es
por el perfume que usan, ellos son así. ¿O no recordamos su aroma para siempre?
Los niños que tienen abuelos están mucho más cerca de la felicidad.»
Pues ojalá Carlitos y el resto de nietos que vengan, puedan disfrutar mucho tiempo de esos MARAVILLOSOS ABUELOS…